La ranáncula

Dicho el conjuro de la manifestación holística, un engendro dicotómico brotó de la nada. Tenía forma semejante a un fémino enajenado en tiempos de crianza y su percepción racional carecía del sentido bicéfalo de sus congéneres anteriores. No dormitaba como cualquier otro miembro computerizado por la esencia consciente, no percibía como los adenísticos superiores, ni se conjuntaba entre idénticos a su funcionalidad arquetípica. Era, con mucho tiento, una intromisión anormalística rellena de ansiolíticos inmunes al desprestigio genérico de ciertos presagios adoctrinados por la contaminación del cerebrérrimo pensamiento supremo.
Entre los barullos coetáneos de impronta capacidad transmutable, caminaba a saltos galopantes que le bamboleaban con estrépito las oculares protuberancias ojísticas.
Del mismo modo, con ciertos filamentados semejantes a unos atrevidos pelillos en compostura osada, situados circunstancialmente sobre el caparazón blandengue del eje  mentalóide,  luchaba aguerrida como leonina galaxia renacentista.
A cada salto que la desplazaba por encima de su mundo natural, una bocanada   de atmósfera purificada se adentraba en sus órganos vitales receptores. Eso la expandía dentro de sí como un manto momentáneo infinitamente proyectado, y la hacía engrandecerse emocionálmente hasta la desfragmentación de sus conjuntivados átomos.
La ranáncula era un extraño ser.........

Omnisciente Teatro

Se elevan voces altivas que pleitean por manifestar sus síndromes desdichados con la desmesura impotencialista del visceral  contingente humano. 
Cada cual pensante esgrime una escrutural concatenación de aportes henchidos de absorbentes actos dramáticos y pantallean nubarrones hirientes de finiquitud entre muecas que desdibujan la trayectoria lineal de inciertos horizontes futuristas.
Cabalgan pasivas sus tétricas dudas comulgando con el devenir espectral de los jinetes apocalipteros y estáticos, sulfuran sobre la resquebrajada grieta que expande misérrimas condescendencias coetáneas que abrillantan la soez mente del patibulario enjámbrico.
La sentencia soterrada persiste, sin que ella misma signifique algo más que inconsistencia e incongruente lamento.
 

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