La conjetura electiva

-Desde antaño, la pobreza es la bandera del reino de los cielos y los ricos no son nombrados para el reparto de una parcelita en el lugar destinado a los que se convertirán tras la transmutación física en permanentes felices.
Esta conjetura se entiende para todo aquello que se supone dentro del devaneo mental de las quasi-afirmaciones. Osea, que es muy probable que un rico no pase a la posteridad como cupón preferencial para alcanzar su dicha eterna. -Y así llegamos a nuestros días-, decía el mago en una de sus habituales charlas a sus alumnos; aspirantes al conocimiento oculto y verdadero. Claro que siempre hay entre los estudiosos infantes algún avispado -que no obispado- que sus luces andan más encendidas que los paseos comerciales. Y uno de ellos se atrevió a manosear y poner a prueba el gran intelecto del sabio ocultista. -Estimado maestro y profundo mago-, soltó. -En la actualidad, la cualidad de pobre no es bien venida, y ser rico llama mucho más mi atención....¿porqué no ser rico y hacerme un hueco en el cielo?. El mago se echó mano a la larga barba y comenzó a tirar de ella mientras hacía un tirabuzón, tras lo cual le dijo: Se supone que Dios nació pobre para dar ejemplo del camino a seguir, ya que un rico no cabría por la puerta que lleva a los cielos. Así que para ser rico y conseguir un asiento allá arriba, te deberás convertir en suficientemente pequeño como para que no te vean entrar. Pero también te supondría el no poder mover ni una sola moneda de las que dispondrías en vida....El mago arqueó la ceja y cerró un ojo a la espera de respuesta. El aprendiz no tardó demasiado en decidirse: - Creo que prefiero disfrutar, de momento, de lo poco que tenga como pobre, hasta que me convierta en mago y consiga solucionar el problema del tamaño de esa puerta.
El venerable mago respiró complacido y continuó impartiendo la clase sobre la conjetura electiva.

Un científico muy loco...

La base caótica de la última dimensionalidad en una esencia sin temporalidad ni espacio conceptual, muestra un rastro perceptivo radial y espectropsíquico que confluye en su mismo reinicio....
-apunte eso señorita-.
A este chiflado se le entiende cada dia menos,-refunfuñó la ayudante-.
El científico, de unos setenta y tantos años, algo encorvado y con ropa de calle pulidamente pulcra, se desprendíó del ultradimensional casco quántico.
La barrera espectral del último de los últimos componentes esenciales de la existencia no parecía querer surgir de modo coherente. Los aceleradores de partículas habían quedado relegados y reducidos a elementales anécdotas mastodónticas y en su lugar se aplicaban conjeturas de índole supraconsciencial en busca de un origen aleatoriamente quasi-mental. El campo expansivo de tal característica universal era también por tanto quasi-infinito y con una coyuntura más concreta hacia el origen no-creacionista, sin "big-bang ni crunch".
-Comprendo mejor el sentido último de la existencia que me aportan objetivamente las flores de mi jardín...que desde la profunda y misteriosa inexistencia de los quantos que voy encontrando en mis paseos experienciales-.
Aquel megalómano personaje llevaba gran parte de su vida aferrándose al propósito de desentrañar la pregunta sin respuesta de...¿que es todo esto?. Así mismo, la sala en la que realizaba sus ensayos era la pura abstracción proyectiva del holografismo enlatado que controlaban un par de computadoras quánticas de bolsillo de última generación aún no conocidas, capaces -si se les consultaba- de predecir circunstanciaciones manifestables con meses de antelación. Pero estos mega-eficientes soportes asistenciales tenían marcados sus límites actuantes...La señorita ayudante era igualmente otra especulación psíquico-proyectiva con inteligencia artificial deductiva, que el mismo cerebro conceptuaba como algo real, con personalidad y consciencia; como otro ser humano más.
-Señorita, en todo el tiempo que lleva ud conmigo, jamás la he oido preguntar nada acerca de su origen y su destino...
-Profesor, le respondió la ayudante proyectiva...¿de qué me vale una pregunta si no contiene respuesta?.
-¿Quien le ha dicho que no hay respuesta en esa pregunta? le sugirió aquel penetrante chiflado.
-¿No le parece que la respuesta a lo que ud busca se encuentra en la misma pregunta? le sugerió la proyección.
¿En la misma pregunta está la respuesta de dónde y del cómo surgió el origen de todo?.Pues no veo esa respuesta por ninguna parte...
-Exacto profesor, le contestó ella. ¿No cree que la dualidad pregunta/respuesta es una misma cosa?.
En todo caso sería media pregunta y media respuesta, le respondió el científico.
Entonces...,le preguntó la ayudante proyectiva: ¿porqué no se planteó nada antes de existir?...
El profesor la miró sorprendido esperando observar alguna perturbación electro-magnética o extrapolación psiquico-quántica en el entorno de su figura, pero solo contempló una mirada burlonamente humana que le desafiaba desde la supuesta inferioridad subliminal.-¿Lo dice en serio?.
-Completamente,le lanzó ella, sin la más mínima duda.
-Ummhh...,tal vez era porque yo no existía, le soltó sorprendido el científico, ¿no le parece?.
La especulación proyectiva del ente psíquico de las dos mega-computadoras quánticas no debió de dar un paso tan atrevido frente a una mente dedicada y preparada para buscar respuestas pero no para encontrarlas. Eso le traería la confluenciación de consustanciaciones problemáticas sin resolver para una constante infinita que le llevaría de nuevo a la nada. Pero insistió...
-Profesor, ¿puede el ámbito de la existencia impedir que lo que no-existe se haga preguntas de un modo u otro?. Pues ahí es donde se manifiesta la respuesta que no existe...en la no-existencia.
Sin pensárselo dos veces, el científico que estaba sumamente loco, manipuló el programa computacional de los procesos proyectivos cambiando el espectro conceptual informativo, y al instante se desvaneció la imagen aparentista de la ayudante, dando paso a otra manifestación de ente expontaneo en una concatención holística.
Seguidamente, el estrafalario y loco científico se colocó su casco ultradimensional quántico para adentrarse una vez más en lo profundo que cabe suponer. Tras pasear aleatoriamente por quantos y más quantos durante un lapsus de tiempo infinitamente detenido en un instante, se dirigió a través de las ondas cerebrales a su recien creada ayudante, para dictarle: La base caótica de la última dimensionalidad en una esencia sin temporalidad ni espacio conceptual muestra un rastro perceptivo radial y espectropsíquico que confluye en su mismo reinicio....
-apunte eso señorita-.
Esta refunfuñó, pero no dijo nada más....de momento.

El tercer jugador

La cuadratura de aquella superficie soportaba la tensión cardíaca de uno de los jugadores. El tablero de consistente aglutinación materialista era testigo reticente e inoperante de los sortilegios mentales, entrecruzando una adivinativa carcasa de computación sistémica y deducciones logístico predictivas.

Esa amalgama junto a gotas de sudor, emanadas de las sienes del convicto, indicaban un momento estelar; era su último día. Al menos todo indicaba que así sería. Las palpitaciones le llegaban hasta las yemas de los dedos. El estómago relinchaba y le daba coces. Serenidad era un atuendo deshilachado en aquel momento.
Jugaban tres.
Uno era alto dignatario celestial, elevado espiritualmente; de estatura considerable, pelo blanquecino nieve, melenado y de faz hermosa.
El otro, representaba a la coalición de fuerzas tenebrosas del sindicato infernal; todo él era de color fuego mate. Parecía estar siempre con fiebre y su cuerpo era muy peludo y lleno de protuberancias a modo de cuernecitos. Destacaban unos penetrantes ojos y unas manos huesudas acabadas en largas uñas bañadas en sucia cochambre.
Estaban asentados en el planeta, sobre la bola esférica. Tan considerables eran sus tamaños, que constantemente bamboleaban a esta con el peso de sus masas.
Las interminables acciones indeterministas del convicto le procuraron una sentencia firme, que a última hora quedó un poco equilibrada. Mucho tiempo atrás se firmó la hora, el día, el mes y el año en el que se llevaría a cabo la finiquitación.
Mientras llegaba dicho momento, los tres se dedicaron a publicitar aquellos valores que presuntamente configuraban las cualidades más acentuadas de cada uno.
El más débil sin duda era el reo sentenciado. Claro que aniquilado este, los otros dejarían de tener algún sentido en el marco coyuntural de las galaxias y su creatividad dentro del condicionante de la relatividad general y su gemela asimétrica inversa, -quántica-, sumiéndose ambos en el olvido infinito.
Todo el episodio mundístico y sus connotaciones filosóficas estaban en juego.
El convicto miraba sus cartas atentamente; era una combinación diabólicamente buena. Intuía que saldría vencedor y eso suponía la abolición de la sentencia que pesaba sobre él, pero no se fiaba. Quizás se trataba de una estrategia orquestada por esos otros dos eminentes jugadores.
¿Habían decidido repartirse el pastel?.¿Cómo salir de dudas?
El tercer jugador, -el reo-, tenía una pequeña disposición a su favor: si prestaba mucha atención oiría los pensamientos de sus dos oponentes. Para ello debería dejar de oirse así mismo, de ese modo no entorpecería la llegada de tales efluvios magnéticos de consistencia informática. El mundo entero escucharía de rebote el tipo de jugada que iba a desarrollarse sobre el tapete verdeazulado y en consecuencia usar la anticipación que evitaría la derrota y consiguiente aplicación defenestrante.
Era vital que la sentencia no se llevase a efecto, pero ¿qué perdían aquellos representantes celestianoinfernal si no ganaban?
-Deja que saque el "as" despues de que nosotros demos la impresión de no llevar triunfo alguno-.
-Lo escuchó con toda nitidez; era asombroso.
La trama se manifestaba entrelazándose retorcidamente entre suposiciones y ambages temerarios con posibilidades conmutativas. ¿Debería seguirles el juego o escucharse nuevamente sin utilizar aquellos supuestos pensamientos a su favor?.
Disquisiciones, disquisiciones mentaloexistenciales que le reportaban más dudas.
Aquellas gotas sudorosas que resbalaban por sus sienes, se hacían eternas al son del ritmo taquicárdico que retumbaba dentro; como cañonazos a bocajarro.
-Sacaré el "as", mientras conservan los suyos para el final...
La partida continuó con un atuendo de recalcitrantes artimañas mentalísticas en su última mano. Bajo esa presión tan considerable y al borde de la derrota ineludible, el convicto se sumió inesperadamente en un manto acorchado de inenarrable relajación.
Lo inevitable comenzó a fluir, a modo de imágenes de todos los tiempos, por la mente del sentenciado. Aquello se semejaba a un compendio visionario antes del fin.
De pronto, casi en el justo instante en el que la guadaña de la receptiva justicia universal se disponía a ejecutar al tercer jugador, -aquel que no podía ganar bajo ningún concepto-, este, sintió una especie de "tironazo" que le arrancó practicamente de la piel, yendo a parar simultaneamente a las estructuras elementales del psiquismo de sus dos competidores.
Entonces se vió del mismo modo que estos lo veian a él: teniendo dos visiones completamente diferentes.
Aquí los anagramas dualistas de los patrones conscienciales remarcaron las contracturas del individualismo como algo inexistente, imaginario, pero contexturado a la propia autoexperiencia.
Los dos grandes jerarcas y desencadenantes de su ejecución, eran proyecciones que brotaban de los modelos que él mismo había creado desde su ambigua capacidad de autoreconocimiento. Y si lo ejecutaban, ellos se desvanecerían.
Se relegó nuevamente hacia su yo y regresó a ese instante ejecutor...La guadaña ya tocaba con su filo el punto crucial, cuando el reo, -el tercer jugador-, tuvo la certeza de que aquella partida de cartas nunca se inició. Estaba dentro de un anagrama en el que había imaginado un reto . Fué en ese instante que deseó dejar la lucha incesante, permanente, eterna, y ofrecerse como fruto único, sin contendientes ni adversarios, Solo sería "el jugador".
La guadaña entonces se detuvo, desapareció y nunca más regresó.
El planeta dejó de bambolearse y el peso de la masa espectral del primer y segundo jugador cesó.
Entonces un brillo majestuoso se expandió por todo el Universo desde aquel lejano planeta, que segundos antes estuvo al borde de la ejecución.

Comadrones y sepultureros del Más Allá

La habitación transgredia los conceptos más avanzados, rompiendo el estereotipo ocular de la percepción clásica. En el centro había un sillón paranoide con cables aquí y allá. Frente a este, otro sillón más alargado, sumiso, estéril, sin propósito; solo era un símil metalógico. Una luz indómita sin soportes ni fijación flotaba por el ambiente, en un alarde de palpitaciones de acción claroscura. Solo era luz maleable por sí misma, con inteligencia sin piés ni cabeza, autosuficiente, erudita y megalómana; porque ya contempló muchas transmutaciones hipersaltónicas.

Los cuerpos eran situados en el sillón paranoide, en medio de convulsas pinceladas espasmodéicas. Este tenía pelusa canosa de varios días, en una cara tránsfuga de ojos que evitaban mirar. Algo tenso, se aferraba con ambas manos a los firmes reposa-brazos.
Figuras altas y bajas se fundian a su alrededor entre uniformes vanguardistas con emblemas subatómicos en hombros y mangas; eran los sepultureros energético-conscienciales del más allá, a la espera de realizar un trasvase hacia un no-nacido.

Por un extrañamente indetectable sitio, surgió otro grupo idéntico que se acercó al sillón más alargado, dejando en él un cuerpo anómalo, futurista, extraido del perfeccionismo adénico humano. Era la estructura del psiquismo de un sumiso, estéril y sin propósito ser no-consciente.
La luz auto-suficiente comenzó una escalada reactiva de empujes transconsustancionales, variando levemente las palpitaciones de sus tonos. Los parámetros del trasvase estaban operando desde profundas etimologías cientifico-mentales, haciendo que los aceleradores de partículas inversas, nanoadaptados a las dimensiones de los derivantes fotónicos, dirigiesen todo el flujo existencial del nacido al no-nacido.

La habitación en un momento dado se llenó de una luminiscencia cegadora que duró unos instantes; era el momento esperado. Los sepultureros del más allá se retiraron con el cuerpo inerte, transfugado, sin pulso, -antiguo envase humano- desapareciendo por el espacio imperceptible de la sala.

Las otras figuras altas y bajas continuaban agolpadas alrededor del sillón "sin propósito".

Aquel ser pequeño y cabezón no-nacido abrió por fín unos enormes y negros ojos opacos. Su rápida y electrificante mirada radiografió en una fracción de segundo lo detectable e indetectable del entorno. Era muy energético, casi impaciente. Se le notaba sobreseguro y con ganas de tomar su primer bocado. Esto último sonó como una voz telepática o una orden urgente que fué complacida. Uno de los "comadrones del más allá" le proporcionó una pila cúbica radio-activa, de unos tres cms de lado. El no-nacido la tomó con su mano de seis dedos y se la acercó a la altura de la garganta. Una aureola intensa azul turquesa emanó de su cuerpo; era una transfiguración de enorme poder foto-voltáico. Fué entonces cuando sus grandes y negros ojos opacos comenzaron a brillar con una virulencia ultra-potente.

¿Que tal tu nueva mente Johnny?

Era la primera comunicación mentalista del grupo de comadrones con el nuevo no-nacido.

-Lo sé todo. Ahora lo comprendo absolutamente todo.
-Tranquilo Johnny, pronto comenzarás a desenvolverte en tu nuevo universo; un Universo superior.
-Sí, ya lo detecto...

La sala quedó vacía por un tiempo. Y de nuevo todo estaba preparado y listo para el siguiente "Salto"

El piojo selenita que miraba la Tierra

Aterciopelado como un visón reputado y deseado por los inquilinos del desesquinado esferismo planetario terrícola, se hallaba a la fresca lunera un simpático bichejo con ciertos tintes de intelectualidad lejana.
Sobre un leve escarpado cincelado por la vejez del paisaje, el piojo selenita frotaba sus dos alámbricas patas traseras, de las cuales surgía un melodioso sonido a semejanza de un Stradivarius falsificado. Aquellas notas -que le transportaban a un estado de profunda y tierna melancolía soñorística-, iban acompasadas con un vaivén de su cabecita, sobre la que dos redondos y saltones ojos a medio abrir, expresaban el sentimiento tierno y delicado de sus continuas meditaciones.

Todas las claras noches de Tierra llena eran acompasadas por la diminuta figura y su alargada sombra que casi parecía rodear la superficial curvatura del satélite, proyectándose interminable desde sus dos antenitas hasta la zona de la cara oculta. Algunos puntitos de luces tenues, más abajo, se dejaban captar en aquel estratégico observatorio; surgiendo de los caseros hogares monticulianos unos agujeritos ventanados hechos con la fina arenisca de miles de transeúntes galácticos, que a toda velocidad impactaban como tuneladoras cósmicas.

El piojo, que se llamaba “Louis” soñaba con poder visitar algún día el magnífico y lejano lugar lleno de multicolores adornos lumínicos. Siempre se preguntaba cómo serían los piojos de aquel esférico cuerpo y si estarían dotados de inteligencia al igual que él. ¿Vivirán en paz? ¿vendrian algún día a conocerles?. Pero sus estrafalarios y buenos pensamientos siempre se cruzaban con el mismo inconveniente: tendrían que dar un salto demasiado grande para dicho evento. Él mismo lo intentó en varias ocasiones y a lo más que llegó fue a alcanzar una altura de insignificante interés. Desmoralizado por ello, se sumía en profundas y melancólicas meditaciones que deseaba transmitir vía mentalista a aquellos otros supuestos piojos terrícolas, sin recibir una respuesta que le animase a tener la mínima esperanza.

Hasta que en una de aquellas noches estrelladas, “Louis” ve cómo una refulgente luz procedente del espacio desciende cerca de su lugar predilecto. Asombrado y con los ojos más grandes y abiertos que nunca, asiste al espectacular acontecimiento. Junto a su incrédula mirada y un temblequero estremecimiento, que le obliga a aferrarse con todas sus patas a un minúsculo granito de arena, un profundo sentimiento de felicidad le embargaba emocionálmente.

¿Serían piojos terrícolas que han podido saltar hasta aquí?. Pero enseguida cayó en la cuenta que lo que se había posado sobre la superficie de su querida Luna era de unas dimensiones colosales en proporción a su propio tamaño. ¿Serían los piojos terrícolas enormemente grandes? ¿y si no eran piojos como él?.

“Louis” estaba ahora algo menos entusiasmado con la idea que tanto ansiaba. Retrocedió instintivamente y quedó agazapado detrás de una micro-piedrecilla porosa, sobre las que aposentó sus dos apagadas bolitas oculares que instantes antes habían sido dos platos enormes que miraban sorprendidos. Desde allí vió cómo unos extraños y descomunales seres asomaban por la compuerta del artilugio que permanecía estático como un pino. Por una escalinata desplegada fueron bajando, uno tras otro, tres seres que comenzaron a dar saltos como locos. Eran auténticos gigantes; enormes en comparación al tamaño de "Louis". Iban cubiertos por un camuflaje plateado y de muchos tubos que entraban y salían de sus cuerpos.
Pensó entonces en comunicarse con ellos pero enseguida comprendió que aunque gritase con todas sus fuerzas, no le oirían. Además, el riesgo de ser aplastado cabía dentro de lo posible. No, definitivamente aquel encuentro no parecía ser el más adecuado para un contacto entre dos mundos.

“Louis” comenzó a sentirse nuevamente melancólico por tal motivo. Hasta que al cabo de un tiempo que pudieron ser minutos u horas, según lo relativo del tiempo, sucedió lo inesperado. Cientos de piojos, tal vez miles, habían descendido también de aquel artefacto extralunático. Todos llevaban mochilas, bolsitas con enseres personales y un montón de piojitos adolescentes y muchos ya mayorcetes. El resto parecian ser el grueso de fornidos organizadores del colectivo de piojos expedicionarios.

“Louis” salió de su estupor y sin pensarlo dos veces saltó y saltó como nunca lo había hecho hasta entonces. Llegó hasta ellos en menos que canta un selegallito y se presentó como un anfitrión sumamente expeditivo y atento. El grupo de piojos terrícolas le comenzó a contar -tras el saludo de bienvenida- una historia muy dramática: estaban siendo exterminados sin piedad por los sistemas antiparasitarios que portaban todos los animales domésticos,y esto no les permitia vivir con una leve esperanza de supervivencia.
Cuando se enteraron de que los homínidos inteligentes preparaban una expedición al satélite, se creó una comisión piojística mundial para seleccionar a una colonia lo suficientemente amplia que pudiera establecerse allá arriba en busca de una nueva Tierra que les diera la oportunidad de sobrevivir.

Le dieron todos los detalles acerca de cómo idearon con sus propias frecuencias mentales un recipiente hermético en el que se acomodarían los elegidos y de cómo quedaron anclados a la parte externa de la nave; entre las juntas y los ensambles más flexibles del fuselaje.
El viaje entrañó sus riesgos pero el resultado era el que en ese momento estaba a la vista. “Louis” utilizó los sensores transmisores de las antenitas para enviar un mensaje de solidaridad a sus congéneres y estos acudieron de inmediato en ayuda de los recien llegados. Todos ellos fueron, en principio, ubicados en hogares selenitas y tanto líderes, como artesanos y versados intelectos piojísticos, comenzaron de inmediato a confeccionar un plan de ampliación y adaptación social para los hermanos del espacio.
Mientras tanto, los homínidos inteligentes que se encontraban realizando trabajos de localización de vida extraterrestre sobre el lugar, enfrascados en sus indumentarias espaciales, enviaban una interminable cantidad de imágenes del inóspito y desierto paraje a los expertos de la N.A.T.A ( national aliens tecnics airspace ). Una vez concluida la misión, recogieron el carísimo material de investigación y emprendieron el regreso a casa sin la más mínima evidencia de vida inteligente.

“Louis”, que era muy listo, ya nunca más estuvo melancólico y se dedicó durante el resto de sus días a escuchar historias y escribir sobre aquel mundo tan despiojado, con la certeza de que algún día podrían construir un sofisticado sistema que les permitiera visitar ese lejano lugar y otros muchos.
La única diferencia que existía fisiológicamente entre unos y otros es que unos eran redonditos y claros y los otros alargados y oscuritos. En el resto de características, como si hubieran sido clonados; aunque ya comenzaban a surgir piojitos mezcla de ambos grupos. “Louis” era alargado...
 

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