Caleidoscopiando

Me llevé aquel cilindro de cartón duro a la altura del ojo derecho y cerrando el otro me concentré a través del pequeño orificio en lo que había en su interior. Era un espectáculo espléndido, lleno de figuras geométricas de diferentes colores que cambiaban al compás de un ligero movimiento de mi mano; la bóveda iluminada de un gran teatro que incesantemente altera su decoración, aportando una multitud de fantásticas composiciones artísticas.
Al cabo de unos instantes dejé de mirar por ese hechicero objeto, que me provocaba un gran interés bajo el influjo del continuo e interminable resurgir de tanta maravilla; para quedar temporalmente anonadado en reflexiva actitud. ¿Cómo era posible hacer que una serie de anodinos y amorfos cristalitos de variados colores, sin más sentido, llegasen a combinaciones perfectamente estructuradas?¿A quién se le ocurriría?
Volví a ojear aquella muestra de arte subjetivo surgido de la teoría del caos cilindrista y...efectivamente, mis sensaciones mentales de la realidad seguían captando el resultado coherente de una cocción aleatoria sin finalidad inicial. Algo tan rematadamente inerte e inútil visto desde la perspectiva del reflejo, se convertía así en la base sólida de las estructuras más elementales de los compuestos de la materia...Era curioso.
A partir de ahí no supe diferenciar entre la auténtica fuente primigenia que nada pretende, de los magníficos efectos especiales que se prestan a deleitar mi capacidad impresionista cuando despuntan como luminiscencias dentro del entorno universal.

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