El tercer jugador

La cuadratura de aquella superficie soportaba la tensión cardíaca de uno de los jugadores. El tablero de consistente aglutinación materialista era testigo reticente e inoperante de los sortilegios mentales, entrecruzando una adivinativa carcasa de computación sistémica y deducciones logístico predictivas.

Esa amalgama junto a gotas de sudor, emanadas de las sienes del convicto, indicaban un momento estelar; era su último día. Al menos todo indicaba que así sería. Las palpitaciones le llegaban hasta las yemas de los dedos. El estómago relinchaba y le daba coces. Serenidad era un atuendo deshilachado en aquel momento.
Jugaban tres.
Uno era alto dignatario celestial, elevado espiritualmente; de estatura considerable, pelo blanquecino nieve, melenado y de faz hermosa.
El otro, representaba a la coalición de fuerzas tenebrosas del sindicato infernal; todo él era de color fuego mate. Parecía estar siempre con fiebre y su cuerpo era muy peludo y lleno de protuberancias a modo de cuernecitos. Destacaban unos penetrantes ojos y unas manos huesudas acabadas en largas uñas bañadas en sucia cochambre.
Estaban asentados en el planeta, sobre la bola esférica. Tan considerables eran sus tamaños, que constantemente bamboleaban a esta con el peso de sus masas.
Las interminables acciones indeterministas del convicto le procuraron una sentencia firme, que a última hora quedó un poco equilibrada. Mucho tiempo atrás se firmó la hora, el día, el mes y el año en el que se llevaría a cabo la finiquitación.
Mientras llegaba dicho momento, los tres se dedicaron a publicitar aquellos valores que presuntamente configuraban las cualidades más acentuadas de cada uno.
El más débil sin duda era el reo sentenciado. Claro que aniquilado este, los otros dejarían de tener algún sentido en el marco coyuntural de las galaxias y su creatividad dentro del condicionante de la relatividad general y su gemela asimétrica inversa, -quántica-, sumiéndose ambos en el olvido infinito.
Todo el episodio mundístico y sus connotaciones filosóficas estaban en juego.
El convicto miraba sus cartas atentamente; era una combinación diabólicamente buena. Intuía que saldría vencedor y eso suponía la abolición de la sentencia que pesaba sobre él, pero no se fiaba. Quizás se trataba de una estrategia orquestada por esos otros dos eminentes jugadores.
¿Habían decidido repartirse el pastel?.¿Cómo salir de dudas?
El tercer jugador, -el reo-, tenía una pequeña disposición a su favor: si prestaba mucha atención oiría los pensamientos de sus dos oponentes. Para ello debería dejar de oirse así mismo, de ese modo no entorpecería la llegada de tales efluvios magnéticos de consistencia informática. El mundo entero escucharía de rebote el tipo de jugada que iba a desarrollarse sobre el tapete verdeazulado y en consecuencia usar la anticipación que evitaría la derrota y consiguiente aplicación defenestrante.
Era vital que la sentencia no se llevase a efecto, pero ¿qué perdían aquellos representantes celestianoinfernal si no ganaban?
-Deja que saque el "as" despues de que nosotros demos la impresión de no llevar triunfo alguno-.
-Lo escuchó con toda nitidez; era asombroso.
La trama se manifestaba entrelazándose retorcidamente entre suposiciones y ambages temerarios con posibilidades conmutativas. ¿Debería seguirles el juego o escucharse nuevamente sin utilizar aquellos supuestos pensamientos a su favor?.
Disquisiciones, disquisiciones mentaloexistenciales que le reportaban más dudas.
Aquellas gotas sudorosas que resbalaban por sus sienes, se hacían eternas al son del ritmo taquicárdico que retumbaba dentro; como cañonazos a bocajarro.
-Sacaré el "as", mientras conservan los suyos para el final...
La partida continuó con un atuendo de recalcitrantes artimañas mentalísticas en su última mano. Bajo esa presión tan considerable y al borde de la derrota ineludible, el convicto se sumió inesperadamente en un manto acorchado de inenarrable relajación.
Lo inevitable comenzó a fluir, a modo de imágenes de todos los tiempos, por la mente del sentenciado. Aquello se semejaba a un compendio visionario antes del fin.
De pronto, casi en el justo instante en el que la guadaña de la receptiva justicia universal se disponía a ejecutar al tercer jugador, -aquel que no podía ganar bajo ningún concepto-, este, sintió una especie de "tironazo" que le arrancó practicamente de la piel, yendo a parar simultaneamente a las estructuras elementales del psiquismo de sus dos competidores.
Entonces se vió del mismo modo que estos lo veian a él: teniendo dos visiones completamente diferentes.
Aquí los anagramas dualistas de los patrones conscienciales remarcaron las contracturas del individualismo como algo inexistente, imaginario, pero contexturado a la propia autoexperiencia.
Los dos grandes jerarcas y desencadenantes de su ejecución, eran proyecciones que brotaban de los modelos que él mismo había creado desde su ambigua capacidad de autoreconocimiento. Y si lo ejecutaban, ellos se desvanecerían.
Se relegó nuevamente hacia su yo y regresó a ese instante ejecutor...La guadaña ya tocaba con su filo el punto crucial, cuando el reo, -el tercer jugador-, tuvo la certeza de que aquella partida de cartas nunca se inició. Estaba dentro de un anagrama en el que había imaginado un reto . Fué en ese instante que deseó dejar la lucha incesante, permanente, eterna, y ofrecerse como fruto único, sin contendientes ni adversarios, Solo sería "el jugador".
La guadaña entonces se detuvo, desapareció y nunca más regresó.
El planeta dejó de bambolearse y el peso de la masa espectral del primer y segundo jugador cesó.
Entonces un brillo majestuoso se expandió por todo el Universo desde aquel lejano planeta, que segundos antes estuvo al borde de la ejecución.

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