Relatado queda

Siempre resulta complicado comenzar algún escrito que relate algo interesante. Mucho más complicado si ha de ser creible ó poseer los ingredientes que solo los que están al otro lado del guión consiguen valorar. Es en todo caso un impulso que conecta con los sentimientos y pensamientos de los otros de un modo tan especial que en determinados momentos no se sabe donde se hallan los límites.
Quien relata, el escritor, quien escribe, lo puede hacer por una inacabable cantidad de motivos, ya sean personales o profesionales, pero hay un momento en que la misma escritura exige una constante demostración de valor que va más allá de la fantasiosa idea de ser conocido y admirado.
Es entonces cuando aquello que fluía alegremente libre se convierte en una pesada losa de responsabilidad que marmoliza la mente y hace que las palabras surjan como apretones intestinales, convirtiendo al mundo de las ideas en un recinto del que solo se sale bajo estricto control.
Estaba dispuesto a confesar mis intenciones y propósitos haciendo gala de ese valor necesario para que la fusión entre quien escribe y quien lee hubiese sido casi perfecta, pero después de tantos años cometiendo los mismos errores, siendo uno como es, resulta casi un insulto presentar una imagen maquillada por tan breve tiempo.
Nada de eso. Como de costumbre, el desaliño general que brota de la rebeldía contra la apariencia idealista y las babuchas que tanto valen para andar por casa como para sacar al perro un rato a la calle, me persiguen de manera irremediable. Esto hace que lentamente mi compostura literaria vaya perdiendo la rigidez sistemática del control mental y me hunda en la proliferación del deformismo palabrístico que habitualmente no confieren a un relato la sobriedad y calidad suficiente para ser digno merecedor de algo.
Así que, como no espero nada al respecto, me libero de la pesada carga coyuntural responsabilista y acelero la narrativa marcha con la consiguiente mansalva de estructuras coercitivas que hacen de este relato relativista una mera confección de supuestos ficcionismos en connivencia con brotes de tintes fehacientes.
Relatado queda.

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